Un Mundo Post Covid - Parte 1 - El Coronaverso

La crisis del coronavirus me encontró viviendo y trabajando en el Reino Unido con una hija de dieciocho meses y una mujer embarazada de veinte semanas. Durante estos días, como todo el planeta, he atravesado distintas fases y situaciones en las que mis opiniones cambiaban en cuestión de segundos de un extremo a otro. Este torbellino de pensamientos me ha preparado de forma superficial para entrar en este nuevo mundo en el que coexistiremos. Para evitar que estos razonamientos se pierdan en mis procesos mentales diarios los escribo en este blog separados en tres artículos, de los cuales el primero es este, y del cual su primera parte la siguiente.

Novel Coronavirus SARS-CoV-2, imagen capturada y coloreada en NIAID's Rocky Mountain Laboratories - https://flic.kr/p/2ivephH

Capítulo 1 - El Coronaverso

En los albores de la nueva normalidad, antes de que Europa aplicara cualquier tipo de confinamiento, las primeras noticias que llegaban eran las de cancelaciones de grandes eventos. Fue en uno de esos artículos donde leí la palabra coronaverso en su versión inglesa. Entonces solo fue una pequeña curiosidad y me olvidé de apuntar dónde la vi por primera vez, pero con el tiempo llegué a darme cuenta de que en realidad era la palabra que resumía el tiempo en el que íbamos a vivir.

Urbandictionary.com la define como "el nombre dado a la humanidad en un mundo post Covid-19". Etimológicamente, la palabra proviene de universo; probablemente de la acepción que se refiere al "conjunto unitario de elementos inmateriales que pertenecen a una determinada actividad" pero quizás está en el origen de la palabra universo la respuesta al concepto de coronaverso. Es una palabra que proviene del latín, de uni- (uno) y -vertere (participio de "girar"), que pasó a significar "combinado en uno". Es el proceso de combinación en uno, de cambio, de unidad que da sentido al concepto de coronaverso. Es un giro. Es una nube que va a volar sobre toda la humanidad combinándola en un solo ente. Es todo. Aunque sería engañar a la verdad si no admitimos que el concepto proviene a su vez de las nuevas tendencias de Hollywood promovidas por Marvel.

Los conocidos como "universos compartidos" no son algo inventado por Hollywood. Es un concepto que nació en la literatura y que podríamos encontrar hasta en los escritos de Platón, aunque fue en el mundo del cómic donde esta idea pudo brillar con luz propia. El especialista en dibujos y escritor para Disney Comics Don Markstein se preguntó en 1970 cuándo fue la primera vez que la palabra universo fue empleada por primera vez con esa acepción, pero la pregunta pareció quedar sin una respuesta clara. Posteriormente, del mundo del cómic aterrizó en el mundo del cine de la mano de Marvel, la misma marca que había explotado y exprimido la idea en su versión impresa. Aunque hay varios ejemplos cinemáticos anteriores, desde los monstruos de la Universal a Freddy vs Jason pasando por Jay y Silent Bob o Godzilla, es con la llegada del Marvel Cinematic Universe cuando el concepto de "universo compartido" ve su momento de gloria y se queda a vivir en el imaginario popular.

Infinity Saga Release Timeline por el usuario Gooey98 de Wikimedia. 

Las razones por las que el concepto de universo compartido es tan bien recibido por el público son varias. En el artículo Marvel and DC on the need (or lack thereof) for a Shared Universe de James Whitbrook para Gizmodo, un comentario de lightninglouie explica una de esas razones: "El concepto de universo [...] funciona como una marca y un mundo al mismo tiempo. [...] El público se fía de que el estudio cree historias entretenidas, por lo que se anima a ver películas como Guardians of the Galaxy, que habría sido más difícil de vender como un proyecto en solitario." La razón empresarial por parte de los creadores del universo es muy sencilla de entender. Es la misma razón por la que existen las marcas y por la que existen las secuelas, pero el concepto de universo compartido resulta mucho más atractivo que una secuela. ¿A qué se debe esto?

Una secuela es la continuación de una película anterior. Es una línea temporal que suele ser vista en línea recta. Una precuela estaría en esa misma línea temporal, horizontal, plana. Esa saga de películas pasaría a convertirse en una vecina, una conocida o una amiga. Habríamos hecho una amistad con una película y la iríamos conociendo a fondo según nuevas secuelas y precuelas nos fueran proporcionando nueva información sobre ella. Cada vez que se estrenara un nuevo capítulo de la saga iríamos a verlo como si volviéramos a quedar con nuestra amiga para que nos actualizara con todo lo que le hubiera pasado desde la última vez que nos despedimos de ella. Tendríamos con ella una relación a distancia como las que existían antes de la era de Internet.

Un universo compartido en cambio es un grupo de amigos. A veces quedas con uno a solas, a veces con dos y a veces con todos. Otras veces llega un nuevo amigo que, al formar parte del mismo mundo, te fias de que sea tan entretenido como el resto y te aventuras a pasar un rato con él. Al darte cuenta de que no solo existe una persona en este mundo, sino muchas y cada vez más, dejarás a un lado esa experiencia solipsista de la relación a distancia con una sola amiga, y abrazarás a todo un universo en constante expansión que, de repente, se ha puesto a tu entera disposición. Todo un universo al alcance de tu mano que no recordabas o no sabías que existía.

El concepto de coronaverso bebe mucho del concepto de universo compartido ya establecido en el imaginario popular. Hasta ahora, todos parecíamos vivir vidas separadas con problemas diferentes. Cada país, cada provincia, cada ciudad, cada barrio, cada familia, cada persona parecía seguir caminos separados unidos únicamente por rutas comerciales. Solo breves acontecimientos que funcionaban como una nube momentánea parecían unir dos vidas que avanzaban paralelas sin tocarse: una catástrofe, un evento internacional, el clima, una fiesta, una anécdota... Todo este modus vivendi era así hasta que llegó el coronavirus y lo unió todo bajo un mismo coronaverso. El universo se expandía bajo nuestros pies y lo abarcaba todo.

Para entender mejor el cambio dramático que se acababa de producir tendremos que hacer un viaje al lugar donde se fraguó el concepto, al cómic, pero no nos dirigiremos a Marvel; nos iremos a un lugar mucho menos complejo, mucho más cercano y mucho más encapsulado: el 13 Rue del Percebe.

Capítulo 2 - Conversaciones de Ascensor

13 Rue del Percebe es una historieta creada por Francisco Ibáñez en 1961 que acabó en 1970. Durante sus más de trescientas entregas pudimos ver cómo se vivía en el edificio número 13 de Rue del Percebe. El edificio tenía seis viviendas, una buhardilla, una portería, un ascensor, una tienda y una alcantarilla. Cada una de estas instancias funcionaba como una viñeta independiente de las demás por lo que podías leerlo en el orden que quisieras. Seguro que habrá quien, en algún tomo recopilatorio, decida leerse solo las viñetas de una de las viviendas porque sea su favorita. Como norma general esa persona no tendría ningún problema pero en algunas ocasiones se encontrará con un dilema.

A veces había viviendas que interaccionaban entre sí y dos viñetas independientes pasaban a convertirse en una sola, pues una era dependiente de la otra y al aislarse perdían significado. En ocasiones eran todas las viñetas las que dejaban de ser independientes y el edificio entero pasaba a ser una sola viñeta donde todo interaccionaba entre sí. Como lector, eran estas páginas las que más disfrutaba. Ter explica estas conexiones en su vídeo 10 Dibujos en sección que todo arquitecto debería conocer durante el minuto y medio del que he copiado este diagrama.

Diagrama de Ter sobre 13 Rue del Percebe.

Son estas páginas las que recordaban a cada vecino que formaban parte de un universo compartido. Generalmente, la excusa para crear este efecto solía ser una tragedia: una inundación, un terremoto, una invasión extraterrestre, un robo o un incendio, como en este caso. La vida de los vecinos, por extravagante que fuera, se aislaba del resto excepto si se veía forzada a relacionarse con la de otros. Una tragedia te empuja al mundo exterior, te expulsa de tu zona de confort y te obliga a encontrar cobijo en los brazos de la sociedad. Sin una tragedia, esa salida ha de ser voluntaria y es conocido por todos que una gran parte de la sociedad, desde hace mucho tiempo, se encuentra más cómoda en el individualismo que proporciona el actual sistema social. Los vecinos pasan a ser viñetas que coexisten en un mismo espacio pero de las que solo tenemos consciencia cuando nos los encontramos en el ascensor, aunque incluso ese breve instante de interacción social se ha convertido en un lugar común de las situaciones incómodas. Precisamente son las conversaciones de ascensor uno de los pilares para apreciar el concepto de coronaverso.

La charla trivial, la cháchara o el small talk en inglés ha sido objeto de estudio de la sociología desde hace un siglo. Así lo expresa el escritor David Roberts en su artículo Why small talk is so excruciating para Vox, donde escribe que el primero que descubrió el enlace entre las charlas triviales y los vínculos sociales fue el antropólogo Bronisław Malinowski en 1923. La sociología empezó a dar más importancia a estas charlas en la década de los 70, históricamente consideradas el grado más bajo de nivel de conversación, hasta convertirlas en un ritual vital para mantener el tejido social.

Una de las funciones del lenguaje según el modelo del lingüista Roman Jakobson es la función fática, o función relacional, cuyo propósito es iniciar, prolongar, interrumpir o finalizar una conversación o sencillamente comprobar si existe algún tipo de contacto. El small talk es conversación fática en estado puro. No hay información, solo contenido. Es un ritual que encuentra su máximo exponente en la experiencia claustrofóbica de encerrarse con un desconocido o con un vecino en un ascensor.

Self in the elevator de Georgie Pauwels.

El tema más común en este tipo de situaciones es el tiempo atmosférico. Es la nube literal que une a una sociedad. Dos individuos independientes entre sí, encerrados en un espacio reducido, empujados a unirse durante un breve instante, encuentran confort en el tiempo atmosférico. Es el primero si no el único vínculo que han encontrado entre ellos. Quizás sean dos vecinos que no sepan nada uno del otro pero encuentran en el calor agobiante, en la lluvia repentina, en la tormenta ensordecedora de anoche, en el buen tiempo o en el arco iris un vínculo, una unión que los hace a los dos coexistir en un mismo universo. Sin embargo, esta conversación se vería sustituida por otra de haber sucedido una tragedia.

Un incendio en el local de debajo del edificio como ocurría en 13 Rue del Percebe pasaría a ser la conversación de ascensor durante varias semanas en el edificio. Una inundación, un terremoto, una invasión extraterrestre, un robo o un incendio son tragedias que harían que todas las conversaciones de ascensor dejaran de ser incómodas. Habría reuniones en los pasillos, charlas durante horas en los rellanos, cabezas asomadas a las ventanas del patio interior y personas haciendo vida en los balcones hablando sin parar del nuevo acontecimiento. El edificio habría dado un giro y habría unido a los vecinos en un mismo universo (de uni- y -vertere) compartido. Poco a poco, esta excitación se iría disipando hasta convertir todo en un recuerdo y las conversaciones de ascensor volverían a tratar sobre el sol, la lluvia y el arco iris, y los vecinos volverían a encerrarse en el solipsismo de sus hogares hasta que la siguiente tragedia volviera a expulsarles de allí. ¿Es esta sed por que una tragedia nos empuje de nuestra zona de confort por la que a veces fantaseamos con sobrevivir en un futuro postapocalíptico? ¿O por la que existen los preparacionistas? Pues no lo sé.

Lo que sé es que en el coronaverso no existen las conversaciones de ascensor, los patios interiores están llenos de cabezas asomadas y los balcones se han llenado de vida. Una tragedia internacional ha expulsado a todo el planeta de su zona de confort, aquellos que la tuvieran, y los ha obligado a enfrentarse a su pasado como animal social. A muchos los ha hecho conscientes de un mundo exterior y a otros se lo ha vuelto a recordar. La ausencia de conversaciones de ascensor es la ausencia de silencios incómodos. La antropología explica la intención de rellenar estos silencios con small talk como un instinto de supervivencia, pues se identifica al silencio como una señal de peligro, y ahora esos silencios ya no existen.

Pero aún hay más. Esos balcones no se han abierto solo para descubrirnos un universo local sino que nos han hecho ver que nuestras vidas no están vinculadas solamente a nuestro vecindario, o a nuestra provincia, o a nuestro país. Lo que antes eran universos que coexistían con nosotros pero que nos eran ajenos, que veíamos a través del televisor o leíamos sobre ellos en novelas de viajes, ahora iban a pasar a formar parte del mismo universo en expansión. Todos ellos. Al mismo tiempo. Y eran muchos más de los que podíamos imaginar.

Captura de Worldometer del 25 de mayo de 2020.

Capítulo 3 - Think Global

Worldometer lleva entre nosotros desde 2008, y en 2011 fue nombrada una de las mejores webs de referencia por la asociación de bibliotecas más antigua y grande del mundo, la American Library Association. Utilizando cifras estimadas basadas en los estudios estadísticos y proyecciones de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud o el Fondo Monetario Internacional entre otras, ofrece datos actualizados sobre decenas de categorías entre las que se incluyen la población mundial, nacimientos, fallecimientos, libros publicados, teléfonos móviles vendidos, búsquedas en Google, hectáreas de bosques perdidas o días que quedan para que se acabe el petróleo, por dar algunos ejemplos. A su vez, Worldometer se ha convertido en el punto de referencia en algunos aspectos para el Gobierno de Reino Unido, la Universidad de Oxford, la BBC, IBM o Amazon. Pero cuando Worldometer aterrizó en la persona de a pie fue en pleno coronaverso, creando una de las bases de datos más visitadas del mundo, aunque no exenta de crítica.

Sin adentrarnos en la parte polémica del proyecto, y atendiendo únicamente a su parte visual, Worldometer funciona como un balcón al mundo. A simple vista podemos tener una visión aproximada de cómo están evolucionando el resto de países respecto al coronaverso. Podemos conocer sus muertes diarias, sus recuperaciones, su número de casos por cada millón de habitantes y la cantidad de tests que se han realizado. Cumple así la función de índice a vista de pájaro desde nuestra terraza. Desde aquí podríamos acudir a nuestro medio de referencia y averiguar qué está pasando en Bélgica, leer cómo se está viviendo en las favelas brasileñas o investigar a qué se deben las diferencias de resultados entre Portugal y España. Toda la humanidad enfrentándose a una tragedia común, reunida en los balcones que son cada fila de esta base de datos, preguntándose cómo les está yendo a los demás.

No es raro el día en el que te encuentras hablando con tus padres por Whatsapp acerca de una anécdota que el coronavirus ha dejado en Nigeria, o debatiendo en el trabajo si el gobierno va a tomar las mismas medidas que se están tomando en Dinamarca, o mencionando en un Zoom con amigos cómo el virus está avanzando entre los barrios más pobres de la India.

En el mundo pre Covid-19, las noticias que hubieran llegado de Nigeria, Dinamarca o la India las hubiéramos recibido como algo que hubiese estado ocurriendo en un universo diferente al nuestro, pero ahora es algo que les está ocurriendo a nuestros vecinos y, dentro de la indiferencia que nos ha inculcado el sistema, lo sentimos un poco más cerca.

Fotograma de la saga The Matrix.

Desde la sala de mandos de nuestro salón teníamos acceso a la información del mundo. Nos sentíamos con el poder de la habitación del Arquitecto en The Matrix, con millones de cámaras apuntando a todo el universo visible, infoxicándonos desde el móvil, el ordenador y la televisión 24 horas al día. Nos sentíamos atrapados por los artículos con actualización en directo de los periódicos online, estábamos obsesionados con los informativos monotemáticos de duración imposible, éramos esclavos de los grupos del móvil para conocer antes que nadie el nuevo meme del día. Se nos había descubierto el universo en un semana y necesitábamos tiempo para descubrirlo todo.

El urbanismo, la arquitectura y el ecologismo conocían la existencia de este universo compartido desde hace al menos un siglo, apenas unos años después de que comenzaran los primeros registros metódicos de termometría, y menos de un siglo después de la Revolución Industrial. Todo ello estaba relacionado e iba a formar parte de los cimientos de la Sociedad Post Covid.

Entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, la Revolución Industrial iba a ser el comienzo de una nueva era. Los cambios que iba a significar para la tecnología, el modus vivendi y las condiciones de trabajo iban a ser históricos, pero fueron los cambios que iba a significar para el medio ambiente los que iban a ser catastróficos y todo el mundo los conoce perfectamente.

La contaminación de la atmósfera, los desechos químicos o la destrucción de los bosques y océanos iban a convertirse en los símbolos más oscuros de esta nueva era. En 1800, solo el 3% de la población vivía en grandes ciudades, mientras que hoy en día es el 50%; esto iba a suponer un cambio en el proceso de urbanización de las grandes ciudades. Haciendo frente a estos grandes cambios, empezaron a surgir movimientos ecológicos que ya a comienzos del siglo XIX advertían de los peligros que estos comportamientos industriales tendrían a largo plazo.

En 1850 comienzan los registros metódicos de termometría para registrar las fluctuaciones de la temperatura de la atmósfera, lo que ayudó a empezar a reconocer la existencia de un cambio climático. Desde 1880, menos de un siglo después de la Revolución Industrial, ya se registraron los primeros aumentos de la temperatura promedio de la superficie de la Tierra, pero fue a partir de los 2000 cuando empezaron a registrarse los años más cálidos. El resto es historia.

Think Global Act Local - https://flic.kr/p/egzCSr

Esto suponía el nacimiento de una sensación de universo compartido, una pandemia climática que iba a afectar a toda la humanidad por igual. El ecologismo fue el primero en darse cuenta y el primero en buscar soluciones a nivel global. Obtuvo muchos éxitos pero a día de hoy sigue siendo una batalla de David contra Goliat. El urbanismo, en cambio, tomó una alternativa distinta.

Dicen que fue el arquitecto, biólogo y sociólogo Patrick Geddes en su Cities in Evolution de 1915 el primero en hacer una mención a lo que posteriormente se convertiría en el lema: "Think Global, Act Local." Decía que la planificación urbanística debía tener en cuenta el medio ambiente que le rodeaba para no entorpecer las dinámicas de la sociedad que lo habitaba. Este lema pronto iba a ser incorporado a la educación internacional en los años 50 y a los negocios en los 80, donde iba a ser renombrado como glocal. Grosso modo lo que esto significa es que la salud de todo un planeta depende de las acciones locales de cada individuo; un lema, sin embargo, que hay que tratar con cuidado para no caer en cierta demagogia.

El coronaverso nos ha vuelto a traer este lema a cada uno de nuestros balcones donde la calle sería el aspecto local y Worldometer el aspecto global. Igual que el urbanismo tuvo que poner en marcha una serie de cambios para evitar la pronta destrucción del planeta, ahora es la sociedad a la que se le exigen una serie de cambios para evitar una tragedia mayor a nivel mundial.

No dejamos atrás el concepto de universo compartido, no olvidamos el poder que la cháchara y el small talk tienen en las relaciones sociales y continuamos con el lema Think Global Act Local que la sociología, el ecologismo y el urbanismo ayudaron a implantar en el sistema educativo internacional. Con todo ello presente tenemos que seguir hablando del cambio más abrupto que nos ha dado el coronaverso: el nacimiento de una Sociedad Post Covid. En la segunda parte hablaremos del elefante en la habitación que es la siniestra paradoja que ha hecho que la característica más distintiva de este coronaverso que lo ha unido todo sea lo que nos ha distanciado a unos de otros.


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